Cuando se cierra una puerta hacia la felicidad, otra se vuelve a abrir. Aunque siempre, seguimos mirando la puerta cerrada y no le damos importancia a esa nueva oportunidad que tenemos en frente. Ante la duda, es preferible afrontar la derrota y después curar las heridas, porque si eligiéramos huir le estaríamos dando un poder más grande del merecido a nuestro agresor. Ante esos momentos difíciles y dolorosos, encarar la situación desventajosa con heroísmo, resignación y coraje. Abrir las puertas, quitar los cerrojos. Abandona las murallas que te protegieron. Vive la vida, y acepta el reto.
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